martes, 21 de junio de 2011

¿POR QUÉ DE MIS DEMONIOS AZULES?

Bergson Rosario
De niño, fui imbricándome en el mundo azul de los sueños. A cada instante quise reconstruirme a mi mismo a la fuerza. Nunca me pasó por la mente pensar que todo pensamiento es una brecha hacia mí mismo.

La vida fue pasando paulatina. hoy a casi medio siglo de distancia temporal entre los sueños de mi infancia y la soledad diurna de mi presente milenario me recorro palmo a palmo cada uno de los vericuetos de mi piel buscándome, sin más resultado que el que siempre logro: ninguno. 

Tal vez si le pregunto por mi suerte a la vida, esta no tenga la respuesta que ansío escuchar de los labios del universo. Por eso a veces pienso que esto se constituye no más que en un perder el tiempo, que tan poco me queda, según los rigores de la vida. El tránsito mío hacia la muerte es más breve que la infinidad de la muerte misma. ¡Y yo tan sumiso, tan despejado de los rigores externos de los sarcófagos ungidos de deseos y sueños inmaculados!

Les confieso, que a veces envidio la postura del Marqués de Sade en su Francia antigua, su forma de vida, libre de los prejuicios sociales de la época cruel y cáutica que le tocó como escenario de su vida.

Tal parece que la consumación de la vida en Francia era harto difícil el llegar a ser, en violación de los preceptos de los antiguos filósofos griegos que propugnaban de que las cosas no eran sino que iban siendo y dejando de ser en tiempo relativamente uniforme, o sino, veamos la crucialidad de la existencia, por no volver a llamarle vida o manera de vivir; de los nombrados poetas del mal, por la concepción que tenían de la vida.

Leerse a Baudelaire, es encontrarse con los reflejos mas fieles de la deshumanidad. Lo mismo pudieramos decir de  Issidore Ducasse, Conde de Lautréamont, Arthur Rimbaud, Paul Verlaine, Stéphane Mallarmé y Paul Valéry. Fueron los exageradamente desgraciados y nunca, hasta después de su desaparición física, fueron reconocidos como los grandes arcos iris para la posteridad.

Por lo menos, no me quejo ni llego a tanto. La humanidad esta repleta de seres que como ellos, no como yo, que circulan sin ser la notoriedad del momento y luego, sin pedirlo ni necesitarlo, son convertidos en ráfagas de luz que nos ciega a todos los que abrevamos en sus aguas sulfatadas.

Léeme las concavidades que poseo y sabrás de la eternidad de los sueños y la desaparición de las especies en la fauna literaria.