domingo, 19 de mayo de 2013

En la virginidad de una historia (Una mirada sin pasión)


Por Juan Glabert

Hoy estoy más que ansioso por escribir al rededor de la historia, cuando en la virginidad de la  pasión ajena, se tejen los recuerdos de la niñez inconclusa, y no relatada, porque el silencio ya no  desborda la estatua del poeta. Y es que Bergson Rosario, al igual que muchos, está cansado de escuchar la misma historia, esa que nunca fue la doncella para espantar los espíritus de la mentira, de la desidia, de los malos recuerdos que hicieron del hombre un pobre tonto.

En la virginidad de la historia, es más que un desahogo y un acto de amor al hombre patria, al mismo hombre que sembró la tierra de humanos relatos en la cultura cotidiana.  Sentado en el rincón del sosiego  del balcón de la alcoba, donde alguna vez en la historia soñó con ser poeta, el autor escribe, rejuega con el relato El Niño, porque su autor es el mismo hombre de esta historia que en la virginidad del olvido ha sido rematada como residuo, como música sin retorno una noche de invierno.

Este es  un poemario fino, bien construido en la presencia de los recuerdos, compuestos por tres grupos de poemas que se entretejen para calcinar la desmemoria en el horno crematorio, en la imposición de la ignorancia. Prefacio vertical, Reminiscencia diurna y  La muerte no te toca, son las partes que constituyen la primera exteriorización de la vida.  Poemas que hacen del agua el espejo circular del mismo relato que se impregna de la interiorizaciòn  de la niñez, del abandono en las primeras horas del día, cuando apenas:


"Tu-Niño-Eterno
Eres el innombrado niño de bronce
de bronce y miel y lágrima seca
Tu-Niño-Sonámbulo
te absorbía las gotas de sombras
sin qué te arropara el caduco manto

Porque la muerte no te toca
no te tocara jamás
Eres el retorno de las formas
el retorno de las formas."

Al deshojar las hojas del poema, el lector se encontrará con un segundo poema largó, dedicado al maestro de maestros Benavides, ese ser de luces infinitas que desde las aulas de la patria ha confirmado la existencia del compromiso humano. "Es hora de escaparnos de los pardos dominios de Morfeo y aclararnos el alba pensándote regodearnos en tus ruedos de cimientes milenarias para construir una pirámides que huela a ti."

En la última parte la historia ya no parece virgen, pero es más dolorosa que pensarse muerto cuando el ataúd es ahora el muro que protege el césped del tirano. Epígrafe sobre Haití; se adentra en la instancia insoportable  del dolor. Es que el hombre del otro lado del muro es el mismo hombre de este lado. Porque el dolor del otro lado con la devastación de la esperanza es el mismo dolor de este lado, en donde la hipocresía es la destrucción del sueño milenario.

Lo se
nadie osa levantar la voz
para evitar el contagio de los lamentos
lamentos sordos en la distancia
nadie se lame a si mismo
las heridas del tiempo.


La pasión que desborda este poemario, se oculta en la necesidad de salir definitivamente del dolor propio y del dolor ajeno, y de rematar por fin la historia mal contada. La que oculta al hombre bueno en la guillotina de la ignorancia y en el desamor y en el abandono de la niñez sin nombre, en la insensatez del pueblo oprimido, porque al parecer el color de la piel es dañino, cuando en la oscuridad desaparecen los recuerdos.


Primavera 2013

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